roturas I

¿dónde han quedado las riendas
sueltas de unas pisadas que dejé
en el hipódromo de la vida?

se abren las apuestas:
(se cierran;
no me miran)

¿?

¿por qué la pregunta insistente?
impertinente
apostar por lo urgente, lo inmediato

el corazón desenfundado
- ¿quién es ella?
con los puños cerrados - le pregunto
¿a quién? - me pregunto, si contesta: "cerrados"
¿a quién? en el reflejo
he ahogado la imagen resuelta del orgullo
la perfección mejorable del tallo absoluto -

la flor, la nada

las ondas del agua en la honda muerte
de las plantas, las raíces desterradas
en macetas de arena blanca que lo niegan todo

- la tangente -
en el suelo una colilla ardiendo
las cenizas de lo que se ha ido yendo

señora de blanco

sé que la bolsa anda cerca

soy despreciable, es agradable
tenerla al alcance

es blanca
como la nieve
blanca como la ceguera
de los faros
un instante
en la mar
tranquila

me mira
me mima
me miente
me calma

desaparece

es polvo
es muerte
es insomnio
el sueño

la vida

una pesadilla que duerme cerca
que me conoce
tiene copia de mis llaves
de todas mis llaves

entra, entra, entra
entra
y sale para entrar otra vez
y quedarse hasta mañana

me acuesto
se acuesta conmigo

está en la almohada
sin reposo
en mis ojos abiertos
en mis puños agrietados
en mis piernas

rígidas
en mis sólidos labios

me arropa
me destapa
me despierta
antes
de caer dormido

me domina
y sucumbo

soy moribundo
y no llevo herida

de nuevo

es tarde
muy tarde
obligado a atardecer

un otoño que no llega
puntual
pero que me deshoja

me desviste
me muestra
me ridiculiza

en un espejo
sin sombras
porque hay luz

es tarde
no tan tarde
para amanecer

de nuevo

¿sigo aquí?

alguien respira cerca de mí
con los labios entreabiertos
diciendome que cierre
los sueños y acalle mis manos

sus palabras no están en el diccionario
son más hondas
los sentidos los confundo en la lejanía
no es mía, no es de otro, no es ni suya

ja
o eso me pretendo creer

lo cierto es que es incierto
todo este deambular
voy , vuelvo, vengo, va
cerca, dentro, ya no está

y yo
ni me he movido

on vas?

on van els teus ulls quan els tanques?
per qui són els suspirs del teu cos?
per qui s'obrin les teues cames
quan follem tots dos?

què ha passat des d'aquell ahir
on parlavem la mateixa llengua?
els teus llavis oberts i humits
i el meu sexe dins de l'aigua

porte arraps teus arreu l'esquena
cicatrius d'un temps passat
però no és a la pell la ferida
és per dins que vaig sagnant

sin estando

Días, horas, semanas, ayer
ese mañana del pasado
que quiero perder en el tiempo

ese mal, beber

Tiradas sobre la barra, con la muerte
De mis labios sellada en sus bordes
Abismales, copas de vino se rompen
En mil pedazos pronunciando un nombre
De mujer mal deseada en lo posesivo

Obsesivo mal querer de lo imposible
Se asoma al otro lado del buen vino
En forma de camarero mal uniformado
Impasible ante el gesto de una cara
Rota en el reflejo de los cristales

Que yacen muertos frente a un destino

ese mal, beber II

Un martillo en la cabeza perdida
Entre copas que no brindan entre sí
Olvidadas en una barra desolada
De un bar donde sólo sirven colillas

Planeta Miope

¡Ve!
Quien no ve, lo que usted vio, se declara ciego.
Nadie se atreve a confesar:
Este país se derrumba. Este planeta muere de una mipopía incurable.
La putada es que se veía venir.
Y nadie fue quién para verlo.

Diálogos II

- ¿Cuándo dice usted que llegó a la ciudad?
- Anoche.
- ¿Y ya se marcha?
- Sí.
- ¿No le gustó a usted la ciudad?
- Me encantó. Creo que es a ella a quien no le gusto.

Diálogos I

-¡Bonito sombrero!
- ¿Qué sombrero?
- ¿El que lleva usted puesto?
- Pero si no llevo sombrero....
- ¿Ah, no? Bueno, será mejor que no se lo quite.
- No se preocupe, no pretendía hacerlo.

duchar a un muerto para que no huela a ausencia

Recuerdo que a mi madre la lavó mi abuela con toallitas para bebé. Irónico irte con la misma higiene con la que llegaste después de tanta mierda acumulada en la vida.

Lo curioso es que mi abuela lo hizo por mi madre, más que por los tipos de la funeraria que se la iban a llevar.

La esencia de mi madre muerta resta en esos pañuelos suaves y perfumados. Creo que mi abuela los conserva en un frasco.

pesadilla I

Levantarse poético
Por no levantarse
En el poema
Del sueño

sábado de noche y vino y a solas

merezco morir,como cuando
un niño
llora por una gominola
pasada de fecha
y sus progenitores
creen que la prohibición es
el mejor
antídoto.

inconexiones

He llegado a casa.
O, he vuelto a casa¿
Depende de dónde partí exactamente.
El signo de interrogación se rinde….

adivino que lo que sigue no son más que frases inconexas. Es fácil adivinarlo_____

______________________________________________________________siendo yo.
(un salto de vanidad accidental)

Menuda estupidez de reflexión nada más llegar a casa… 11 y veintialgo en el reloj.

…he bajado a por una cerveza, a ver si se me pasaba el impertinente ataque filosofal.

Las 00.09, según el reloj analógico de mi ordenador. Hace unos minutos me conecté a Internet; la cerveza descansa cerca, bajo vigilancia.
Visité mi email.

Recordé que me habías dicho que me habías enviado algo. Sabía que me habías enviado algo. Llevaba unos días sin visitar mi mail. Esquivé unas cuantas filas de mensajes en mi buzón de entrada, buscándote entre todos esos intrusos. Llegué. Navegué hasta el facebook para leerlos.

Seguí un orden cronológico temporal al abrirlos. Escribo estas líneas porque he tenido que detener el último link que me mandaste. Tras ocho años en Londres, es la primera vez que me “topo” con esta palabra.
-
- -earthlings-
-
Y, ante mi “ciego” empeño, va y resulta que tiene significado.

-consular diccionario-

Me vuelve a la cabeza una imagen fresca, una imagen para despistar:
“…a ver si no puedo hablar aquí. ¡ A la mierda, joder!"
Labordeta aborda el Parlamento a golpes de higiene. Y me entran ganas de aplaudir. Le.

Vuelvo al video de los animales. En la pantalla, en inglés académico, retomando lo que un tal Herman dijo, se lee: “el principio (humano, añado) de que el poder tiene la razón”. Una imagen congelada con cerdos siendo exterminados con un tiro en el cogote…

… vuelvo sin haberme ido. Había detenido el video. Le doy al play.
La reanudación no dura ni un segundo. Detengo el video.

Afuera se escucha la huelga general. “Huelga! Huelga! Huelga!........” El ruido debe provenir de los basureros despertándola.

La huelga ha abierto sus ojos, y huele como la basura cuando ve nuestras mierdas. Dudo si creerme la huelga. Quizás sea tan sólo mi revancha personal. Mi. mi.
Mi desasosiego personal. Mi puñetazo. Mi golpe higiénico.

Cierro la ventana. El ruido se silencia. Le doy al play… ahora vuelvo………_______

¡Justamente! me gustaría poder ser juzgado por “migo” mismo, justamente.
Me gustaría tener el poder universal de juzgar a otros. Sin piedad...
…un hombre lanza un perro vivo,
a un camión de la basura
como si fuera un saco de patatas
de una mala cosecha.

Voy a tratar de vivir a base de gullotinas, fusilamientos, garrotes bil, sogas, asfixiamientos... y sin interrupciones,

pero de forma inconexa

gato muerto en el tejado

Huele a carne muerta en el tejado
Dos ojos observan la oscuridad interior;
Abiertos como lunas sin luz
Sin un sol que les dé vida
Un gato gris, negro, pardusco
(Qué más da)
Rígido sobre las tejas sólidas
Las cuatro patas apuntando hacia un infinito
Que ya no existe en las almohadillas

En la ventana golpea el viento diciendo no sé qué del aire
Que anda cabizbajo en silencio
De maullidos que no ha dicho
En una boca que yace con labios separados
Porque nadie la preparó para la muerte

Era un gato gris, negro, pardusco
(Qué más da)
Si ya no es gato

ciudad de papel


hay días que despierto cagándome en todo

hay días que me acuesto cagándome en todo

NO TENGO TDT



He pasado largas horas frente a la pantalla del televisor desde que tengo memoria, o desde que recuerdo.
Actualmente no la veo, porque aún no tengo TDT.
En estos momentos trato de traer aquéllos del pasado que me recuerdan a mi madre.

Recuerdo que mi madre nos plantaba allí a mi hermano y a mi...en el salón...frente a la tele...a la hora de la merienda...con un trozo de pan y un lingotín, cuando apenas aprendíamos el nombre de los números; que subir y bajar no era lo mismo que lejos o cerca; que David el gnomo se convertía en un árbol al morir (lo recuerdo porque mi hermano lloró y yo me mofé porque no quise admitir que yo también lloraba); y que en general: "la cultura es basura".

Recuerdo que mi madre siempre me llamaba la atención porque no paraba de cambiar de postura en el sofá. Era un niño inquieto, decían.
Mi madre decía que era cansino.
El caso es que en uno de esos cambios me resbalé y me empotré contra una silla de madera de cantos salientes y afilados. Recuerdo la cara de mi madre cuando se retractó compungida de su

-"ja t'ho deia jo que parares quet!"- (-i told you to sit still!)

al ver el chorro de sangre que salía de mi frente estilo Mannequen Pis.
me pusieron cuatro puntos.
recuerdo que el sitio era frío, me refiero al ambiente; las paredes blancas y desnudas; una ventana que, dubitativa, dejaba entrar la luz a rastras; un practicante de aspecto pálido, triste, olvidado, entre amarillo pomelo y aliento a jabón.......

(¡¡agh!!... que asco de recuerdo. se me atragantó en la garganta.
Bebo agua.

cuatro puntos me puso el pomelo higiénico ese. sin anestesia ni nada, en esa especie de antesala cutre y sin nombre. lloré. por el dolor y por David el Gnomo. al salir mi madre nos invitó a mi hermano y a mi a un chocolate con media docena de buñuelos. yo comí cuatro.

Pitographies (o com aprendre anglés amb el pito)








café de la mañana

Pablo descorrió las persianas para dejar paso a los primeros rayos de luz por la ventana. Comprobó aun medio soñoliento que las calles ya estaban abiertas y sorbió del café que humeaba en la taza. Los geranios del balcón de la finca de enfrente se desperezaban sin modales, indiferentes a la presencia de una paloma posada sobre las rejas que los retienen. Pablo alzó la taza de café y brindó a la paloma un brindis de reconocimiento. El ave siguió el gesto de reojo, desconfiada, pero no despegó de donde estaba. Se quedó allí, quieta como un bloque de hielo, espiando curiosa el otro lado del cristal de la ventana. Pablo sorbió otro trago, esta vez sin dedicación, y dejó que los pensares matutinos se disiparan como nubes de paso. La paloma abandonó por un momento sus quehaceres de espionaje, retornó a Pablo el gesto anterior desplegando las alas con una sutileza digna de un saludo real, encaró de nuevo la ventana que tenía enfrente, y en no más de dos feroces y casi imperceptibles aleteos se empotró de cabeza contra el cristal. La taza de café se escurrió de la mano de Pablo y el cuerpo inherte de la paloma cayó sobre los geranios con todo el peso de la gravedad.

aquí, ahora, ya! ... y Nunca

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...

Viaje al Futuro

Hoy desperté a las 9, y ya eran las 10
Amanecí en el futuro
Y lo único que me jode
Es que me lo pasé durmiendo
Y no os puedo contar nada

Maneras de Comer un Yogur


Durante un tiempo he ido apuntando cómo come la gente los yogures. Estos son los resultados:

1. Abrir la tapa, tirarla, y comerse el yogur

2. Abrir la tapa, tirarla, tirar el liquidillo que queda sobre el yogur, y comérselo

3. Abrir la tapa, tirarla, mezclar con la cuchara el liquidillo y el yogur, y comerlo

4. Abrir la tapa, tirarla, beberse el liquidillo, y comerse el yogur

5. Abrir la tapa, chupar lo que ha quedado pegado a ella, y comerse el yogur

6. Abrir la tapa, chupar lo que ha quedado pegado a ella, tirar el liquidillo, y comerse el yogur

7. Abrir la tapa, chupar lo que ha quedado pegado a ella, mezclar con la cuchara el liquidillo y el yogur, y comerlo

8. Abrir la tapa, chupar lo que ha quedado pegado a ella, beberse el liquidillo, y comerse el yogur

9. Abrir la tapa, recoger con la cuchara lo que quedó pegado, mezclarlo con el yogur, tirar la tapa, y comerse el yogur

10. Abrir la tapa, recoger con la cuchara lo que quedó pegado, mezclarlo con el yogur, chupar los restos de la tapa, y comerse el yogur

11. Abrir la tapa, recoger con la cuchara lo que quedó pegado, tirar el liquidillo, mezclar lo de la cuchara con el yogur, y comérselo

12. Abrir la tapa, recoger con la cuchara lo que quedó pegado, beberse el liquidillo, mezclar lo de la cuchara con el yogur, y comérselo

13. Abrir la tapa, recoger con la cuchara lo que quedó pegado, comerlo, tirar la tapa, y comerse el yogur

14. Abrir la tapa, recoger con la cuchara lo que quedó pegado, comerlo, chupar los restos de la tapa, y comerse el yogur

15. Agitar el yogur, abrir la tapa, tirarla, y comerse el yogur

16. Agitar el yogur, abrir la tapa, chupar los restos de la tapa, y comerse el yogur

17. Agitar el yogur, abrir la tapa, recoger con la cuchara los restos, mezclarlo con el yogur, tirar la tapa, y comerse el yogur

18. Agitar el yogur, abrir la tapa, recoger con la cuchara los restos, comerlo, tirar la tapa con los restos, y comerse el yogur

19. Agitar el yogur, abrir la tapa, recoger con la cuchara los restos, comerlo, chupar los restos de la tapa, y comerse el yogur

20. Agitar el yogur, hacerle un agujero a la tapa, y estrujarlo para comer el yogur rollo Calipo

Después de todo este análisis, he decidido no comer más yogures, porque lo veo muy complicado

mi mamá ya no me mima

ma
ma-ma
mamá
mi mamá
mi mamá me mima
mi mamá me mima mucho
yo soy mimado por mi mamá
mi mamá y yo nos mimamos
mi mamá es mimada por mi
mi mamá ya no me mima
mimo mucho a mi mamá
mimo a mi mamá
mi mamá
mamá
ma-má

Con los Ojos Cerrados.3: escorpión 2010 (remake/plagio)

Ramón. El escorpión se llamaba Ramón. Sus padres se lo pusieron en un momento de lucidez poética, ya que rimaba con escorpión. Una estupidez para toda la vida. Al menos no le pusieron Alfred, nombre bastante difícil de recordar. Pues bien, Ramón estaba en la orilla del río estudiando las posibilidades de cruzar al otro lado. Pero a Ramón le daba mucho miedo el agua. Una vez, de pequeño, resbaló de las manos de su padre (Papá escorpión) y cayó en un charco. Tragó tanta agua que no le hizo falta hidratarse durante los siguientes tres años. Este accidente traumatizó al pequeño Ramón de por vida. Nunca se acercaba al agua. Siempre bebía con pajita sus cubatas por miedo a caer en el vaso y experimentar de nuevo esa sensación de ahogo. Pero hoy tenía que cruzar el río porque su chica (que no novia) lo esperaba al otro lado con un pijama nuevo que recién había comprado en las rebajas de enero. Y esta imagen había armado de valor al miedoso de Ramón.

La putada fue que por despiste, Ramón había perdido el último tren a la otra orilla del río, y el aviso de bomba terrorista en la terminal aérea del pueblo había provocado la cancelación de todos los vuelos. Así que Ramón no tenía otra opción. Si quería ver a su chica (este termino que quede claro, chica eh!, no novia) tendría que cruzar el río a nado.

Pasaba por allí por casualidad una rana paseando a su Mantis Religiosa Macho para que esta hiciera (o hiciese) sus necesidades. La rana, de nombre, Rana (las ranas tienen un lenguaje más reducido que el de los escorpiones y no hay nombres, así que se llaman todos rana) Pues eso, como iba contando, la Rana vio al escorpión mojando temeroso sus patas en el agua y como era una rana buena se acercó y le preguntó:

- Que haces escorpión? No te acerques mucho al agua o te tragará - dijo la Rana.

- Es que quiero cruzar al otro lado del río para ver a mi chica (quedó claro, no?) en su nuevo pijama - se explicó Ramón.

La Rana, conmovida por el pequeño placer que brillaba en los ojos del escorpión se ofreció voluntaria para ayudarle.

- Mira. Yo tengo una solución. Si quieres te subes a mi lomo y yo te llevo hasta la otra orilla.

- Harías eso por mi. Gracias, gracias. No se como te lo puedo agradecer - dijo Ramón con la esperanza renovada de ver a su, ya sabes, en la otra orilla.

- Yo esto lo hago porque soy una rana buena y eso y me gusta ayudar a la gente y eso. Pero eso si, tendrás que tener cuidado de no picarme con tu cola, porque eso podría matarme y hundirnos a los dos en el fondo del río.

- Prometo no picarte con mi veneno, Rana - se apresuró a afirmar Ramón.

Lo que Ramón ignoraba es que su naturaleza de predador acabaría por traicionarlo. Así que la Rana, después de atar a su Mantis Religiosa Macho junto a un árbol de esos artificiales que hay para que meen los perros (y en este caso las Mantis también) se arrimó al escorpión y dejo que este se subiera a su lomo. La Rana indicó a Ramón que se agarrara fuerte y dio un salto y aterrizo en el agua.

Ramón se agarraba bien fuerte con sus patas al lomo de la rana. El miedo le corría por todo su cuerpo. Acuérdate que cayó en un charco de pequeño y el trauma aún le dura, eh! Su cola, con esa aguja llena de veneno, la llevaba bien en alto, tiesa y negra como el palo de una bandera pirata. La Rana nadaba despacio, sobre todo porque el daño que le infligía las uñas de Ramón clavadas en su piel le impedía nadar a más velocidad. Ramón miraba para un lado y para el otro, dándose cuenta poco a poco que ambas orillas quedaban demasiado lejos para salvarse en caso de accidente. Y se agarraba más fuerte de pensar en su muerte, y la Rana nadaba más despacio por el dolor, y la cola poco a poco perdía su erección y se iba doblando, gotas cayendo de la punta del aguijón, y en la orilla la Mantis Religiosa Macho echaba un pis en el árbol de la orilla (ya ves, por darle un poco de vidilla a la Mantis que aún no había hecho nada) y la Rana sentía la tensión en su espalda, y las gotas del temido veneno cayéndole en el lomo, como gotas de sudor, y Ramón acojonado y sin control, pensando en el nuevo pijama de su chica para distraerse del miedo que recorría sus piernas, y de vez en cuando en la tabla de multiplicar del seis - aunque esto ya no funcionaba - porque no paraba de pensar en que iba a ahogarse, y miraba el escorpión a la Rana y la Rana miró al escorpión.

Ramón no podía concentrarse más. La tentación se le había subido a la cola y el aguijón se preparaba para la estocada. La Rana, exhausta por el esfuerzo se había detenido en mitad del río, y miraba a Ramón con cara de preocupación, y con cara de estar cagándose en todos sus muertos por ser una rana buena y querer ayudar a los demás. Y Ramón miró a la Rana. Y ambos se miraron. Y supieron lo que iba a pasar. El aguijón se clavó con una perfección que ni el mismísimo House hubiese logrado con su bisturí.

- Lo siento- dijo Ramón a la Rana - está en mi naturaleza picar.

Y ambos se hundieron en el río. La Rana paralizada de pies a cabeza, y Ramón enganchado a su lomo por las patas, se perdieron en el fondo del río. Y mientras Ramón se ahogaba sintió que su trauma se había curado, porque no sintió ningún miedo al ser engullido por las aguas. En su cabeza sólo había una imagen, la de su chica vistiendo ese pijama nuevo de las rebajas de enero.

FIN

Ah si! Se me olvidaba. La Mantis Religiosa Macho quedó olvidada en la orilla hasta que un buen día vino una Mantis Religiosa Hembra, lo violó para quedarse preñada, y luego lo mató porque era una Mantis Religiosa trabajadora y tenía suficiente dinero para la manutención de los hijos.

AHORA SI............................... FIN

Con los Ojos Cerrados.2: conejo 2010 (62.405)

El mago de la chistera negra siempre quiso sacar el número de lotería ganador.

El conejo blanco guardaba dentro de su atuendo de mayordomo domesticado la clave para tal conocimiento.

Cada noche el mago sacaba al conejo blanco de su chistera negra, arremangadas las mangas un tercio a la inversa, como en los mejores caseríos, y las solapas a tercio partido como mandaba el protocolo mediático. Era 2000 y algo.

Todas las noches de espectáculo el conejo surgía de la chistera y deslumbraba al público con la más brillante de las sonrisas, casi inintencionadamente. El público aplaudía con efusividad la aparición del conejo de lino, un conejo de granja como cualquier otro, pero con el número ganador de lotería bajo el brazo.

La familia del mago era tan pobre, y pasaba tanto hambre que en un fatídico día de pascua de 2000 y algo más, engulleron los huevos escondidos del conejo para saciar sus estómagos vacíos.

Tal fue la diarrea familiar, que nadie supo componer de vuelta los pedazos de la combinación ganadora.

Y en un huevo sin cocer se perdió una vida feliz y sin dinero.

Con los Ojos Cerrados.1: pescadito 2010 (un cuento ya contado)

Érase una vez un pescadito que vivía en una pecera. Pero no había vivido siempre ahí. El pescadito de este cuento nació en el ancho océano azul, hijo de una mamá pez de color amarillo, y un papá pez de color naranja y negro. Se podría decir que era un pescadito mestizo, pues heredó el amarillo materno de cabeza a cola, decorado con puntitos negros y naranjas salteados por sus aletas, de herencia paterna sin duda alguna. Pero bueno, este no es un cuento sobre el mestizaje, así que dejémonos de colores y volvamos a la pecera.

Te estarás preguntando como llegó pues el pescadito a una pecera. La culpa la tiene una ola de muy malas pulgas que lo arrastró de imprevisto hasta unas corrientes submarinas que lo alejaron de su lugar de origen. Su mamá y su papá pasaron el resto de sus días buscándolo, pero fracasaron en el intento. Meses más tarde tuvieron mellizos y la pena se les hizo, si no más pequeña, más llevadera. Pero bueno, en fin, rescatemos el cuento a partir de la ola maligna que alejó a nuestro pescadito de su lecho.

El pescadito deambuló solo por el inmenso mar, tan inmenso que el pescadito lo creía infinito. Él nadaba y nadaba pero parecía que aquéllo tan líquido y tan azul jamás terminaba. Triste y cansado se dejó abrazar por el desánimo y se tumbó boca arriba en la superficie de un mar desconocido. Al principio le costó el no respirar, y poco a poco el sol le iba quemando la tripita. Pero el pescadito estaba dispuesto a cometer suicidio a pesar de los quemazones y la angustia de la falta de oxígeno. Tras unas horas sintiendo como la vida se le escurría entre sus aletas amarillas con manchas negras y naranjas, los ojos tornados hacia dentro, con el sol en la retina y las branquias encogidas de no respirar, el pescadito notó como una mano extraña lo sacaba del agua y lo metía en un cubo de plástico de color blanco. El pescadito casi se ahoga al tragar tanto agua, pero por un instante recobraron sus branquias la capacidad respiratoria y pudo el pescadito mirar por un instante (bueno otro instante pues ya tuvimos uno) el rostro de quien lo había rescatado de una muerte inminente. El viejo se llamaba Matías. Matías vivía en una casa fuera de cualquier contacto urbano, en mitad del monte, del mar, de la nada. Matías era un viejo solitario, y esa mañana había salido con su cubo blanco a recoger unas manzanas. Y cuál fue su sorpresa al ver al pescadito dándose de cabezazos contra las rocas de la costa donde crecía un manzano de manzanas macizas. Rápido se agachó, vació el cubo de las pocas manzanas que había recolectado hasta entonces, lo llenó de agua y rescató al pescadito de su suicidio inminente.

Matías lo llevó a su casa, sacó una vieja pecera que conservaba de sus tiempos de chiquillo (a su madre le agradaba de usarla como florero, y a Matías le agradaba del olor de las flores que su madre cambiaba cada día), y metió al pescadito dentro. El pescadito sintió un leve perfume a pétalos de rosa, un perfume desconocido para él, pues jamás había olido una rosa en su vida. Pero bueno, este pescadito era muy inteligente y sacó sus propias conclusiones de inmediato. Al principio el pescadito, asustado y perdido, empezó a darse de cabezazos contra el cristal de la pecera. No, esta vez no era suicidio, sino incomprensión. El pescadito nadaba como loco por toda la pecera sin comprender que el contenido por donde nadaba estaba contenido en un continente de medio metro de anchura. Y no hablo de América, o Europa, o Asia, o África, u Oceanía, o incluso ese continente perdido de cuyo nombre no quiero acordarme... sino de una pecera travestida durante años de florero. Un tarro, vamos.

Luego llegó la curiosidad. El pescadito miro a su alrededor. El cristal de la pecera maximizaba todo tamaño en el exterior, así que imagínate las dimensiones de esos muebles polvorientos que acumulaba el viejo Matías, de viejo, por todos los rincones. Y la mecedora donde el viejo, Matías, de viejo, pasaba tardes enteras. Y la amenazante pasividad de las manijas del reloj de la pared que el viejo, Matías, de viejo, había olvidado de darle cuerda años atrás. Eran las seis. Siempre eran las seis. Las seis de la mañana, o las seis de la tarde, pero siempre las seis. Una cosa que el pescadito nunca supo es que el reloj marcaba las seis porque fue a esa hora
que el doctor paró el reloj porque la mamá del viejo, Matías, de vieja, había muerto.

Pero lo que más impresionó al pescadito fue el loro gigante que Matías tenía revoloteando por la habitación. El loro se llamaba Juancho, o al menos eso parecía llamarle el viejo, y volaba con tal gracia que el pescadito quedó prendado de tanta gratitud. Yo también quiero volar, se dijo el pescadito a si mismo. (Bueno este pensamiento es mas bien una interpretación del autor, pues no hallé diccionario de la lengua oficial subacuática). Entonces el pescadito se puso a aletear sus aletas a modo de alitas, con tal entusiasmo que salió volando de la pecera. De pronto la inmensidad de los muebles, la mecedora, las agujas del reloj (que seguían marcando las seis por una razón que el pescadito siempre desconoció) el loro, e incluso el mismísimo Matías disminuyó hasta convertirse casi en piezas de lego, el pescadito aleteaba sus aletas como si fueran alitas y subía y subía y subía y subía, y daba brincos, y volteretas, con la cabeza siempre bien erguida, como si algo lo estuviera agarrando del pescuezo y arrastrándolo para arriba, a los lados, retorciéndose, como si algo lo estuviera sacando del agua a la fuerza, sin permiso, y el pescadito empezaba a sentir el dolor del metal hincado en su boquita, mojada, que sangraba, con la frescura del agua y la sangre caliente que le chorreaba por los morros, y las alitas aleteaban ya no como si fueran alitas sino como espasmos de supervivencia, pero la caña de
pescar era de buena calidad (comprada en El Corte Inglés a un precio de trescientos diez euros, en rebajas) y tiraba y tiraba, y el pescadito se retorcía, negando su muerte, arrepentido del intento de suicidio, echando de menos la imagen imaginada del viejo, Matías, de viejo, en su mecedora imaginaria con un loro inexistente voleteando alrededor de su cabeza hacia eso de las seis, y todo esto cuando una mano extraña le arrancó el anzuelo de cuajo y le echó a un cubo blanco donde otros pescaditos yacían difuntos.

Y es que en el fondo para que empiezo a contar el cuento de un pescadito cuando todos sabemos que son los "pececitos" los que siguen aleteando sus aletas en el ancho océano azul. Los pescaditos se comen. Buen provecho.

Vivencias que No recuerdo.1: conversación olvidada

No recuerdo nada de la conversación que mantuvimos el primer día que la vi. Ella llegaba con prisas, o quizás se iba con ellas, y yo andaba tan nervioso y torpe y atropellado en mi intento de plática que apenas articulaba dos sílabas en el orden correcto, o en el correcto orden. Será por eso que no recuerdo nada de nuestra conversación, porque fue más bien el balbuceo infantil de un niño frente a la golosina más preciada.
No diré que me pareció una joven hermosa, o de curvas llamativas, o de ojos dulces como la miel, o de pequitas apetitosas... No. Eso haría vomitar a cualquiera. Lo único que sé es que sentí una especie de descarga eléctrica que me excitó tanto que me dejó sin fuerzas al instante. El por qué, no tengo ni la más remota idea, y la verdad es que no me importa lo más mínimo. Lo único que me importa es que no recuerdo nada de la conversación que mantuvimos ese día. Y hacía tanto tiempo que mi líbido no vencía a mi memoria, que me alegro de no recordar nada.
No sé por dónde anda ella ahora, si lo hace con prisas, como aquel día, o si es más pausada. Pero sé que esa conversación la guardaré siempre en la desmemoria de lo intenso.

dos y diecisiete

me susurran las ventanas que llueve fuera
apenas aprecio sus palabras,
pero mis manos heladas reconocen las voces
llueve fuera con fría delicadeza
una nostalgia de futuro que no llega